Opinión

El cuidado a las mujeres que viven solas

Dra. Sacramento Pinazo-Hernandis

Profesora en la Universidad de Valencia y Presidenta de la Sociedad Valenciana de Geriatría y Gerontología

Una ciudad que cuida debe velar por las personas en situación de mayor vulnerabilidad. Desde luego, las mujeres mayores que viven en situación de soledad no deseada son un grupo vulnerable. Y en ellas se juntan tres factores de desigualdad: ser mujer, ser mayor y bajos niveles de contacto social.

Exclusión social es un término más amplio que el de pobreza para explicar los procesos de desigualdad y vulnerabilidad. La exclusión social es un proceso dinámico de desfavorecimiento y desarrollo social; un hecho social de origen estructural, determinado por la organización social establecida, y además es multidimensional, pues está compuesto por diversos factores y no únicamente la carencia económica. La exclusión social es una situación sobrevenida de desfavorecimiento, que produce relaciones asimétricas y deja a las personas fuera de algún tipo de sistema (económico, social, político, cultural, relacional, etc.), limitando las oportunidades de acceso a mecanismos de protección social.

Las mujeres a lo largo de la vida van acumulando situaciones de desigualdad que alcanzan su nivel más alto en la última etapa de la vida. Teniendo en cuenta los ingresos (cuarto factor de desigualdad), el VIII Informe AROPE 2018 de la European Anti Poverty Europe sobre pobreza y exclusión en España habla de una tasa de pobreza en mayores de 65 años del 16,4% y unas diferencias en las pensiones por género que llegan a ser entre un 59-63% más altas en los varones. De 2008 a 2018, las gráficas de ingresos por las pensiones de las mujeres siempre y de manera reiterada van por debajo de los varones y de la media. Si, además, le añadimos la situación de discapacidad o dependencia (y las mujeres tenemos más años de esperanza de vida, pero también más años de esperanza de vida con problemas de salud y discapacidad), tenemos aquí un quinto factor que se suma y sigue.

Las relaciones sociales son fundamentales para el desarrollo y el bienestar humano, pues están involucradas en el mantenimiento de la salud y pueden reforzar la autoestima, el autocontrol, el afán de compromiso y la superación. Las relaciones sociales, que dependen del acceso a las redes sociales, promueven la participación en actividades sociales y permiten el acceso al apoyo social. Durante el envejecimiento es necesario desarrollar mecanismos de afrontamiento para adaptarse a los cambios que se producen, y las redes sociales facilitan esta adaptación afectando a la salud mediante diversos mecanismos, como la provisión de apoyo social, los contactos interpersonales y el acceso a recursos. Son numerosos los estudios que han demostrado la relación directa entre factores sociales y salud mental y física de las personas mayores.

Vivir solo durante la vejez se considera un estado indeseable y un posible riesgo para la salud. En España, según los últimos datos estadísticos del INE, en los últimos años ha habido un incremento de los hogares unipersonales en personas de 65 y más años, aunque las proporciones son más bajas que en otros países europeos, la proporción de mujeres mayores que vive en soledad es casi el doble con respecto a los hombres (29.9% frente a 17.7%). Los hombres de más de 65 años suelen vivir más en pareja, sin hijos ni otros convivientes.

Los sentimientos de soledad son más frecuentes en las mujeres, en las separadas, divorciadas o viudas, en las que viven con una menor frecuencia de interacciones sociales y redes sociales más pequeñas, y en las que tienen niveles mayores de depresión.

Es bien conocido que la edad aumenta la posibilidad de vivir en soledad, pero la edad no es la causa de la soledad; durante el envejecimiento es frecuente experimentar una serie de vivencias y cambios que pueden ayudar a la aparición del sentimiento de soledad.

La soledad es un sentimiento desagradable relacionado con el aislamiento social. Es una condición de malestar emocional que surge cuando una persona se siente incomprendida o rechazada por otros o carece de compañía para las actividades deseadas, tanto físicas como intelectuales o para lograr intimidad emocional. La experiencia de soledad, en el fondo, es la sensación de no tener el afecto necesario deseado, lo cual produce sufrimiento, desolación, insatisfacción, angustia, etc., si bien se puede distinguir entre aislamiento y desolación, es decir, entre la situación de encontrarse sin compañía y añorar personas o situaciones.

Vivir solo también aumenta el riesgo de soledad y en particular las mujeres tienen mayor probabilidad de vivir solas dada su mayor esperanza de vida, aumentando así el riesgo de sentir soledad.

Los efectos de la soledad parecen acumularse con el tiempo para acelerar el envejecimiento fisiológico, es decir, la soledad trae consigo consecuencias negativas como el deterioro físico y funcional, que puede llevar posteriormente a deterioro cognitivo y a la aparición de problemas como la depresión, la ansiedad y trastornos del sueño, lo que entra en relación con el deterioro de la calidad de vida y con el aumento de la mortalidad que muchos autores han verificado a través de sus investigaciones. Son numerosos los estudios publicados que relacionan la soledad con la mortalidad. Tanto el aislamiento social como la soledad parecen estar sensiblemente relacionadas con una mayor mortalidad.

Durante el envejecimiento, ciertas condiciones pueden favorecer la soledad, y sus consecuencias son más temidas e incluso más fuertes que en otras edades. Un deterioro físico predispone a dichos sentimientos negativos asociados con la soledad, los cuales, a su vez, pueden conducir a hábitos poco sanos y a una visión más negativa del propio estado de salud.

Con respecto a la salud física, su relación con la soledad es bidireccional: por un lado, los problemas de salud que limitan la movilidad son factores de riesgo para experimentar la soledad y, por otro, la soledad tiene efectos negativos en los sistemas neuroendocrino, inmune y cardiovascular. Entre los mecanismos a través de los cuales se relacionarían la soledad y la salud, algunas investigaciones han constatado la existencia de una relación entre la soledad, el cortisol y el estrés, pues hay estudios que describen la soledad como una experiencia psicológica con potenciales efectos adversos sobre los procesos de estrés que podrían afectar a la salud.

Disseny gràfic i web: Mineral Coop V